Queridos hermanos todos: un abrazo virtual en Cristo.
Comienzo este saludo así, “un abrazo virtual”, porque quiero plantearos una breve reflexión en alto sobre la red, las redes sociales, la cultura de la imagen y su relación con la cofradía.
Nos dice el papa Francisco que la web y las redes sociales han creado una nueva forma de comunicarse y de vincularse (Christus Vivit, 87). Todavía estamos en los albores, prácticamente en los primeros balbuceos, de una nueva época histórica, y no sabemos cuál será el futuro de esta nueva cultura virtual-digital que está afectando, no cabe duda, nuestra noción del espacio-tiempo, la percepción de uno mismo, de los demás y del mundo, y el modo de entrar en relación con los que nos rodean. Por tanto, no pretendo juzgar algo que todavía debe madurar. Por poner un ejemplo: hace unos años nos dijeron que los ordenadores estaban llamados a desaparecer, pero lejos de eso aquí estoy tecleando en mi portátil, porque no se ha encontrado aún una manera más rápida de colocar palabras en un escrito que la de la máquina de escribir inventada por un puñado de genios entre los siglos XVII y XVIII.
Sin embargo, está claro que en los últimos años las cosas han cambiado drásticamente, y que las redes sociales se han convertido, para bien y para mal, en una nueva manera de relación y comunicación. Como nos dice el Papa, que entiende mucho más de la vida que yo, los medios digitales significan una oportunidad novedosa de diálogo, encuentro e intercambio entre personas, de acceso a información, de participación social y política, de ciudadanía activa, de información independiente… (Cf. Christus Vivit, 87). Pero también están suponiendo riesgos reales: dependencia, aislamiento, progresiva pérdida de contacto con la realidad, soledad, violencia, explotación, ciberacoso, mecanismos de manipulación de las conciencias y del proceso democrático, relación solo entre personas que piensan del mismo modo, informaciones y noticias falsas, pérdida del sentido de la verdad, juicios sumarios “en línea” contra la reputación de las personas, sometimiento de los hechos a intereses particulares… (Cf. Christus Vivit, 88-89).
Por tanto, desde aquí me permito la osadía de sugerirnos algo: aprovechemos lo positivo de esta nueva era digital, por ejemplo en la importancia que tiene la imagen, que es también una clave esencial de nuestra cofradía, es decir, procuremos que las miradas de Jesús Cautivo y de María Santísima de la Trinidad caigan sobre aquello que compartimos en las redes y lo contagien con su bondad y su misericordia; y expulsemos lo malo antes de que nos atrape el corazón y nos convierta en hienas de colmillos retorcidos capaces de cometer cualquier fechoría virtual (con consecuencias reales sobre hermanos de carne y hueso, de la misma cofradía, de la familia, del trabajo o del ambiente, o de la sociedad en general) mientras sonreímos hipócritamente en el mundo físico y existente. Ese dicho tradicional, que se inventó mucho antes de la máquina de escribir, «difama, que algo queda», se puede cumplir de una forma tremendamente cruel en las redes sociales. Si yo colaboro en ello no puedo después ponerme a decir, por ejemplo, en la barra del bar: «¡Hay que ver cómo está la cosa, mae mía!», porque estaré siendo un cínico de tomo y lomo.
Y es que en definitiva, como dice Wade Watts ( Ready Player One, Steven Spielberg, 2018), «La realidad es lo único real».
Es un consejo digital de vuestro hermano en la fe y director espiritual:
Llamas, J.M.