«La Iglesia os quiere, sentiros parte de Ella» | Papa Francisco, a los cofrades

Tronos

La arquitectura itinerante sobre la que se entroniza cualquier imagen titular constituye per se un auténtico ‘opus miraculum’ en donde se maridan diferentes disciplinas: orfebrería, talla, dorado, imaginería… Se erige, por tanto, en un crisol artístico coordinado bajo el cono de proyección de una mente rectora que previamente lo ha trazado en un diseño, clave argumental desde donde se elevan los pilares de este verdadero altar itinerante.

Nuestro Padre Jesús Cautivo. JUANMA SÁNCHEZ

El trono de Nuestro Padre Jesús Cautivo

El 30 de octubre de 1952 la cofradía formaliza contrato con Manuel Seco para la hechura del trono de Nuestro Padre Jesús Cautivo, así como varias piezas del ajuar procesional. Reproducimos a continuación la primera condición de este documento en donde se precisa las características de la obra y la cuantía de la misma:

“PRIMERO.- El sr. Seco Velasco se compromete a construir un trono para el Señor Cautivo de esta hermandad de Málaga. Dicho trono tendrá las dimensiones del actual o bien un poco mayor si a juicio del artista lo creyera conveniente. Este trono será de madera de primera color caoba, barnizado y sobre la madera aplicaciones en chapa repujada en metal y plateada con un intenso baño, cuatro cartelas en los cuatro frentes, y las cuatro esquinas del trono, todas estas cartelas llevarán en su centro unos óvalos con pasajes de la Pasión de Ntro. Señor Jesucristo, menos el del frente que llevará el escudo de la cofradía, en las cuatro esquinas por debajo de los medallones, el artista pondrá los cuatro escudos que le facilitará la hermandad, estos medallones irán dorados con oro fino y estofados, también ha (sic.) de llevar en la parte alta por derredor (sic.) su crestería que será armoniosa. El trono llevará cuatro arbotantes (sic.) de tubo vestidos con hojas repujadas y constará cada uno de quince luces susceptibles (sic.) para instalación eléctrica. También llevará este trono dos faroles a los lados del Señor repujados dejando el artista su peculiar buen gusto demostrado. Esta obra se contrata en la cantidad de pesetas DOCIENTAS CINCUENTAMIL (250.000 ptas.)”

Dos años más tarde, se extiende un nuevo contrato con el orfebre para continuar los trabajos del trono, dado que el Lunes Santo de 1953 solo estrenó el frontal, la crestería superior y los emblemáticos faroles que escoltan su silueta alba. Del análisis del la manda contractual se pudo comprobar que el artista no recurrió a los arbotantes angulares para iluminar la imagen, tal y como venía siendo habitual con los anteriores tronos en madera dorada; por otra parte en su primera salida procesional con el nuevo ‘altar móvil’, se colocaron cuatro ánforas con flores en sus esquinas, aunque fueron suprimidas al año siguiente.

Así pues, una obra que se dilató por un período de dos años y que fue de una fina labor ornamental en sus múltiples y afiligranados motivos platerescos que adquieren un gran realce por el fondo oscuro del maderaje de la caoba.

Las aplicaciones de orfebrería aparecen integradas por motivos menudos de carácter vegetal y floral, de poco volumen pero que se extienden profusamente hasta cubrir en su mayor parte la madera. La plata del trono del Señor Cautivo dibuja un rectángulo achaflanado en sus esquinas; este cuerpo superior se inscribe en otro rectangular inferior que es mayor en sus proporciones y se encuentra delimitado por una crestería.

El autor resuelve el discurso ornamental centrípetamente en un friso de perfil convexo; los paneles labrados se acomodan a una suave ondulación que se continúa por todo el perímetro, rota por los cuerpos estructurales de las cartelas y que se proyectan sobre un cuerpo convexiforme (…) Dos molduras superiores dan paso a la horadada crestería resuelta a base de ces convergentes distribuidas a la manera de tupido encaje”.

Seco Velasco conjunta la herencia de los plateros del quinientos en un lenguaje próximo al plateresco más variado a la hora de emplear unas tarjas rematadas por cabezas de puttis alados o querubines, adaptadas a las superficies convexas de los chaflanes y de los cuerpos saliente de los paños laterales. En su interior, se resuelve un prolijo programa iconográfico a base de medio relieves policromados que representan diferentes escenas de la ‘Pasio Christi’. El carácter narrativo de todas las escenas se hace notorio al emplear gran cantidad de personajes en todas las composiciones, entrelazando en ocasiones dos episodios diferentes. En estas leyendas icónicas se puede constatar el uso de fuentes que proceden tanto del grabado como de algunas creaciones pictóricas. Las escenas pasionistas y los diversos heraldos están realizados en metal dorado, por lo que lograron preciosistas combinaciones a través de la policromía (estofado), que fueron recuperadas por los Hermanos Delgado López, en 2003.

Este mismo taller ha sido el encargado entre 2019 y 2020 de llevar a cabo las labores de adaptación del trono a sus actuales ocho varales. El cabildo de hermanos celebrado el 4 de febrero de 2019 aprobaba el proyecto de ejecución y el presupuesto, según la propuesta de Salvador De los Reyes, para sustituir la bandeja y crestería provisionales incorporadas en los primeros años de la década de los 80 para atender la demanda de hombres de trono. Una solución provisional que ha sobrevivido durante más de 30 años y que ha sido reemplazada por un juego de baquetones que recorre el cajillo perimetralmente, también en madera y aplicaciones de orfebrería y que respeta absolutamente el discurso ornamental y la impronta de Seco Velasco. Una solución que conserva el estilo del conjunto, pero disimula la solución más artificial introducida hace tres décadas.

Las tareas de carpintería han correspondido al ebanista Enrique Gonzálvez.

Las nuevas molduras, con ingletes salientes en cada centro del paño, así como en sus esquinas ochavadas, a juego con las ya existentes coincidiendo con las cartelas, dan también más altura al trono, unos 23 centímetros, necesarios para ennoblecer aún más si cabe el trono y salvar positivamente el espacio entre la mesa y el cajillo. Todo el añadido se adapta en materiales y estilo al trono del Señor, siguiendo la planta de este, así como la disposición de sus paneles ornamentales.

Como piezas de iluminación de este equilibrado conjunto sobresalen los dos faroles que flanquean la imagen del Señor, en un gran acierto de armónica y ajustada visualización , y se hace notar aún más su perfecta escenificación procesional. Los que labrara Seco Velasco fueron plateados en 1973 aunque, a la postre, fueros sustituidos en 1992 por los actuales, obras del orfebre hispalense Antonio Santos Campanario. Las cabezas de varal son obra de José Brihuega, incorporadas en número de dieceiséis en 1987, también en madera con aplicaciones de orfebrería, consiguiendo un bello efecto dinamizador de formas y volúmenes. Brihuega es también el autor del característico arco de campana, que reproduce la torre de San Pablo escoltada por dos ángeles mancebos, conjunto realizado en orfebrería.

  • NIETO CRUZ, E. ‘Los tronos de procesión’, en JIMÉNEZ GUERRERO, J. (Coord.) Cautivo y Trinidad. Tomo II, pp. 40-49.
Trono de María Santísima de la Trinidad. JUANMA SÁNCHEZ

El trono de María Stma. de la Trinidad Coronada

Juan Casielles del Nideo (1925-1981) fue el diseñador de esta arquitectura utópica, concretada en 1968 y llevada a la práctica por los talleres de Villarreal entre 1970 y 1971. Trabajado sobre metal plateado, dorado y policromado, constituyó un giro diametral en la trayectoria de los pretéritos tronos de la Virgen de la Trinidad, realizados todos en madera tallada y dorada. Era pues, un cambio en material y en semántica artística; no se trataba de describir desafiantes volúmenes lignarios que emergían hacia el plano del espectador, sino que se abría paso un nuevo concepto estético. Ahora primaba el preciosismo por el detalle y la euritmia arquitectónica de los paramentos; la gubia se silenciaba para dar paso a los sones metálicos de los cinceles y los buriles.

En el cajillo frontal destacan cinco calles, siendo tres de capilla y las otras dos dedicadas a paneles ornamentales. En el eje axial de la composición está la capilla principal del conjunto, formada por dos columnas salomónicas que soportan un arco de medio punto rebajado sobre el que se dispone un frontón partido (…) esta capilla aparece a su vez rodeada y enmarcada por una serie de roleos de carnosa decoración vegetal que le dan a la misma mayor relieve y realce.

Casielles concretó un módulo ornamental que se alterna en el frente y en los laterales. El módulo lo constituye unos paneles rectangulares en cuyo centro dispone una cabeza alada en tonalidad oro por lo que contrasta con el fondo argentífero; este elemento centraliza una cartela apergaminada desde donde parte una minuciosa y preciosista ornamentación vegetal que es rematada por un frontón acostillado y partido en su centro por penacho vegetal con cabujón convexo y liso en su parte meridiana. Con este elemento, Casielles del Nido consigue separar los cuerpos de las hornacinas en su cara frontal, formulando un ritmo alternante de panel y capilla en un intento por dinamizar el paramento y evitar la excesiva linealidad. Para ello se compartimentan los espacios a través de columnas elevadas sobre plinto ornado con medias esferas convexas; sobre esta parte ortogonal se eleva el fuste estriado en cuyo sumóscapo pende una guirnalda frutal tal y como vemos en el sitial de la sillería del coro de la Catedral. Un capitel compuesto sustenta un estreno equino abocelado para dar paso a un ábaco decorado con decoración incisa dispuesta geométricamente en el marco prismático. Este lenguaje tectónico lo desarrolla Casielles en otras obras suyas y será una constante en su producción.

El módulo se ve manifiestamente cambiado en las caras laterales; tras el paño siguiente a las ménsulas de los ángulos, se coloca una capilla secundaria para después disponer tres paños ornamentales, diferenciando el central al situar la referida cabeza de putti dorada en su centro mientras que en los colindantes se emplea un rosetón tetralobulalado; tras la capilla principal del paramento se vuelve a repetir el mismo esquema compositivo. Estos paneles que actúan de módulos en la cadencia del ritmo ornamental, se reservan en la cara trasera; esta zona permanece oculta al espectador debido a la disposición del manto procesional.

En las esquinas ya se han citado la presencia de ménsulas que sustentan grandes árboles de luz o arbotantes. Estos elementos entroncan con el modelo acuñado por Pérez Hidalgo en madera dorada y conforman una base idónea para el vástago arquitectónico de estas piezas de iluminación; no obstante, fueron incorporados años más tarde a la ejecución del cajillo, en concreto, en 1987, salidos del taller de José Brihuega. El apartado iconográfico gravita en torno a la figura de la Virgen.

La capilla central del frontal, de mayores proporciones, aloja un altorrelieve policromado de la representación figurativa de la Santísima Trinidad. En el paño lateral izquierdo se dispone una imagen de la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona y de Instituciones Penitenciarias; y en la capilla del lateral derecho, la Virgen de la Victoria, de formato semejante, patrona de Málaga y su diócesis. Circundan el cajillo, en las capillas secundarias, personajes femeninos con filacterias en las que se inscriben las letanías.

En el año 2015, el trono sufrió una ampliación y aumentó su anchura coincidiendo con el estreno del techo de palio. Esta intervención correspondió al taller de orfebrería de Cristóbal Martos, de Málaga.

El palio culmina el conjunto procesional de la Virgen de la Trinidad. Se estrenó completo el Lunes Santo de 2019, con el bordado de las bambalinas tanto en su zona externa como interna. Se trata de una obra concebida y ejecutada por el artista malagueño Joaquín Salcedo Canca.

El frontal se compone de tres paños. Cinco, en los laterales. En la parte central de cada uno destaca un ánfora escoltada por dragones, elemento principal, identificativo de Juan Casielles, que se repite en el manto y el techo del palio. Remata, a modo de cornisa, una importante moldura recta, quebrada con distintos volúmenes y sobre estas otra doble moldura a modo de peana, que aparece en los puntos más altos, que recorre en horizontal toda la parte superior de la obra, dotándola de una importante personalidad y estilo. Se corona con una rotunda, pero a la vez, delicada crestería compuesta por macetillas, cintas y flores, que hacen claramente referencia a las virtudes marianas y de todo el palio una ofrenda a la Madre de la Trinidad.

Todo esto hace que sea un palio muy personal y elegante, aún más volviendo a verse incrementado ahora en su borde inferior, festoneado y enriquecido que hace remate a la obra, que lo recorre a modo de galón, que va repetido anteriormente tanto en el remate de la gloria del centro del techo de palio y en los remates de su saya de coronación.

El diseño se compone de una entrelazada hojarasca, que es símbolo plástico de la regeneración de las almas a través de las buenas obras, dejando aparecer entre ésta grupos de rosas, símbolo de la perfección, manifestando la belleza física y espiritual de la Virgen María como Madre del Altísimo. Éstas van agrupadas en grupo de tres, que quieren hacer referencia inequívoca a la Trinidad Santísima -Padre, al Hijo y al Espíritu Santo- , que forman entre las tres una sola unidad y, por ese motivo, se toma como símbolo trinitario.

Las morilleras que rematan la obra también son exclusivas y dotan de una gran identidad a todo el conjunto.

Doce barras de palio lo sostienen, distribuidas simétricamente en número par sobre los lados mayores del rectángulo que describe el cajillo. Son obra también del taller sevillano de Villarreal, siguiendo el diseño que marca Juan Casielles en 1969.

En el año 1986, el taller de José Brihuega realiza los cuatro arbotantes para sustentar luz de cera cobijada en tulipas de cristal. Llama la atención el juego de elementos verticales extraídos de la arquitectura y que sirven de base al vástago o pie de los brazos denominados de ‘tallo de azucenas’, por su línea escalonada. En el que figura delantera izquierda se reproduce a escala la torre de la Catedral, mientras que su simétrico reproduce la torre neogótica de San Pablo; parejas de figuras infantiles revestidas con dalmáticas a la manera de acólitos, aparecen arrodillados a sus plantas. Los traseros presentan un basamento moldurado con secciones cóncavas y convexas de gran plasticidad y dinamismo; cada arbotante sustenta 16 brazos por lo que la cantidad de tulipas con luz asciende a 64. Las 16 cabezas de varal son de la misma cronología que los arbotantes, obra también de Brihuega.

Un total de ocho ánforas colocadas en los interespacios de las barras de palio sirven de base a los grandes centros florales que luce el trono en cada salida procesional. Salieron del taller de Antonio Santos Campanario, quien despliega, en 1985, unos modelos de talle muy esbelto y armonizado y de ornamentación concentrada en su estrecha franja horizontal. De Brihuega, sin embargo, son los violeteros del frontal, de menor pretensión decorativa, realizadas en 1986. Un año más tarde, este mismo orfebre realiza la candelería del trono que siete tamaños distintos. Y en 1988, ejecuta el arco de campana, presidido por una imagen de la Pura y Limpia, a la que Cristóbal Martos remató en 1993 añadiendo corona y ráfaga en forma de ocho en color dorado. Y en el año 2000, el taller de Orfebrería Maestrante lleva a cabo la peana de la Virgen, en plata de ley, siguiendo el diseño de Jesús Castellanos, que se divide en dos cuerpos.

En cuanto al manto, fue estrenado el Lunes Santo de 2008. Tiene ocho metros de largo y cinco de ancho y está profusamente bordado en oro fino sobre terciopelo malva. Es un trabajo diseñado y realizado por el bordador malagueño Joaquín Salcedo Canca. Miles de piezas se disponen a lo largo de un eje vertical, que imprime la gran fuerza de arranque compositivo a la obra. Destacan las hojas de acanto, que se van entre lazando unas con otras, recorriendo todo el manto, y que nacen entre cuernos de la abundancia, guirnaldas, lazos, flores y macetillas.

El manto es de corte barroco, sello clásico que rodea la puesta en escena procesional de la cofradía. Original es la cenefa que discurre por todo el perímetro del manto, y que se van repitiendo alrededor para atraer la atención del espectador. El contorno, a modo de encaje, recorta la silueta de esta valiosa pieza.

La zona más cercana a la cabeza tiene bordada una concha rodeada de azucenas, símbolo de la pureza de la Virgen. Entre las hojas de acanto se esconde un cetro, relativo a que es Reina, y en una cartela en su eje central luce el la advocación de la Virgen: Trinidad.

Para su realización se emplearon los mejores materiales, utilizando para su bordado el hilo de oro fino de 24 kilates. Se recurrió a todos los tipos de puntos y técnicas existentes en este complejo y difícil arte del bordado en hilo de oro, hojuelas, cartulinas, tejido y jiraspes.

  • NIETO CRUZ, E. ‘Los tronos de procesión’, en JIMÉNEZ GUERRERO, J. (Coord.) Cautivo y Trinidad. Tomo II, pp. 50-68.