1. Introducción.
Esta tarde nos encontramos confinados cada uno en nuestra casa, sin poder salir a las calles a ponernos a los pies de Nuestro Padre Jesús Cautivo y de María Santísima de la Trinidad, sin poder caminar a lo largo de nuestra Estación de Penitencia, sin poder mirar y dejarnos mirar por sus imágenes, que reflejan el rostro misericordioso del Señor Jesucristo en medio del dolor de su pasión y la nuestra, y la mirada sufriente y esperanzadora de María, nuestra Madre, que nos acompaña en este momento de enfermedad global, crisis y muerte que estamos sufriendo. Hoy no saldremos a proclamar nuestra fe y nuestra piedad por las calles de Málaga, pero sí podemos unirnos, con la fuerza de la fe, y caminar con el corazón siguiendo los pasos de nuestro Señor, que nos llevan a entregar la vida en lo pequeño, en lo sencillo, en el día a día, pidiendo especialmente por los enfermos, por los difuntos y por aquellos que cada jornada se están dejando la piel para combatir contra la pandemia.
2. Oración inicial (de la liturgia del Viernes Santo).
Oh Dios, tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro,
por medio de su pasión ha destruido la muerte
que, como consecuencia del antiguo pecado,
a todos los hombres alcanza.
Concédenos hacernos semejantes a Él.
De este modo los que hemos llevado grabada,
por exigencia de la naturaleza humana,
la imagen de Adán, el hombre terreno,
llevaremos grabada en adelante,
por la acción santificadora de tu gracia,
la imagen de Jesucristo, el hombre celestial.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
3. Lectura sálmica. (Sal 26,1.2.3.13-14)
El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
El Señor es mi luz y mi salvación.
Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
El Señor es mi luz y mi salvación.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
El Señor es mi luz y mi salvación.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
El Señor es mi luz y mi salvación.
4. Evangelio. (Jn 18, 35-38)
Pilato le dijo a Jesús: «Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?». Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato le dijo: «Entonces, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato le dijo: «Y ¿qué es la verdad?».
Palabra del Señor.
Gloria ti, Señor Jesús.
5. Breve comentario.
(De Malvi Baldellou)
Existen:
escalones de prestigio,
ironías de poder.
Compadreos de reconocimientos y aplausos.
Aplastamiento de sueños.
Sentencias y acusaciones.
Discursos que se distorsionan.
Miradas que fulminan y condenan.
Entre ustedes:
el abajarse,
el servicio como estandarte,
la ternura implacable.
Lo ilógico.
Lo inaudito.
Lo más humano.
Lo más personal.
Lo más vital.
Lo más frágil.
Existe Quien se entregó y se entrega: Jesús, nuestro Señor.
Existe aquí, hoy. Miradlo.
(Tiempo de silencio, con música de fondo, para meditar el Evangelio y el comentario)
6. Misterio del Rosario.
Vamos a rezar un misterio del Santo Rosario, pero meditaremos sobre la escena de Jesucristo ante Pilatos, cautivo y condenado a muerte. Este es el misterio concreto que queremos contemplar, y que también vivió María.
Al hacerlo, rogamos especialmente al Señor y a la Virgen María por todos los enfermos y por aquellos que han muerto a causa del Coronavirus, y pedimos también que la fuerza y la esperanza del Espíritu Santo aniden en el corazón de todos, especialmente de los que están al frente en la lucha contra la enfermedad: profesionales de la sanidad, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, empleados y empleadas que trabajan en el campo de la alimentación, del transporte, de la farmacia y todos aquellos que, de una forma u otra, arriesgan sus vidas para salvar la de otros.
7. Oración de los Fieles.
– Te pedimos, Señor, por el papa Francisco, para que continúe, especialmente en estos momentos difíciles, dando esperanza y mostrando en la Iglesia el rostro alegre y fiel de tu misericordia, con el apoyo de todos los obispos. Roguemos al Señor.
– Te pedimos hoy especialmente, Señor, por todos los enfermos. Los que se han contagiado de Coronavirus, y los que padecen otro tipo de enfermedad. Los ponemos en tus manos, para que no pierdan la esperanza y se encuentren con tu mirada misericordiosa; y también al personal sanitario, para que tu Espíritu Santo les fortalezca. Roguemos al Señor.
– Te pedimos, Señor, por todos aquellos que están faltos de ánimo. Para que María Santísima de la Trinidad les ayude a recobrar el impulso que necesitan en estos tiempos duros que nos toca vivir. Roguemos al Señor.
– Te pedimos, Señor, por todas las personas y las familias que más van a sufrir las consecuencias sociales, culturales y económicas de esta pandemia. Dales tu luz, y haznos gastarnos a todos en el servicio a los que más lo necesitan. Roguemos al Señor.
– Te pedimos, Señor, por nuestros ancianos, que nos han entregado toda su vida y que hoy son las primeras víctimas de esta enfermedad. Para que nunca olvidemos lo que nos han dado, y sepamos agradecérselo permaneciendo en casa. Y para que no sean olvidados por los gobernantes de los países. Roguemos al Señor.
– Te pedimos, Señor, por todos los difuntos. Hoy ponemos especialmente en tus manos a todos aquellos hermanos de nuestra Cofradía que han muerto durante este año, y a todas las personas que, en cualquier lugar del mundo, están muriendo como consecuencia de esta pandemia. Acógelos en tu seno, junto a todos los santos, en el banquete celestial. Roguemos al Señor.
8. Oración final.
Te damos gracias, Señor, porque nos has concedido acompañarte durante este camino interior de oración. Te pedimos que nos des fuerzas en la debilidad, alegría en la tristeza y el desánimo, coraje ante el miedo, ganas de entregar la vida como Tú y Contigo. Haznos caminar detrás de tus pasos.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
9. Oración final a María.
Nos ponemos también en los brazos de María Santísima de la Trinidad. Sus manos acogen a todos aquellos que tienen alguna dificultad. Le pedimos que ruegue por nosotros, para que no perdamos la esperanza y podamos insuflar ánimo a los que nos rodean, especialmente a todos aquellos que están afligidos por esta pandemia y sus consecuencias. Acudimos a ella con el Bajo tu Protección, la oración mariana más antigua de la historia de la Iglesia.
Bajo tu protección nos acogemos,
Santa Madre de Dios.
No desoigas las plegarias que te presentamos
en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos siempre de todo peligro:
¡oh Virgen gloriosa y bendita!
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.