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En el segundo día de triduo extraordinario a María Santísima de la Trinidad Coronada, en el contexto de la Octava de la Inmaculada Concepción, ha sido para mí una alegría obsequiar a la Virgen con una reliquia de segundo grado –ex indumentis- del Beato Fray Leopoldo de Alpandeire. La Iglesia sólo considera dignas de veneración pública las reliquias de primer y segundo grado.
El Dogma de la Inmaculada Concepción, promulgado solemnemente por el Papa Pío IX en 1854, ha confirmado la devoción mariana tan profunda del pueblo español –no en vano, nuestro país es el único que tiene el privilegio de celebrar con ornamentos azules la festividad de la Inmaculada-. En efecto, en España, a lo largo de los siglos, se ha ido plasmando la devoción a la Concepción Pura y Limpia de María a través de los votos concepcionistas –que prometían defender esta devoción incluso con el derramamiento de la propia sangre-, el arte y la piedad popular. El rey Carlos III consiguió que el Papa Clemente XIII proclamase Patrona de España y de nuestra infantería a la Inmaculada (bula Quantum ornamenti).
Nuestros antepasados, los hermanos que fundaron nuestra hermandad, profesaron el Voto Concepcionista en el año 1946, entroncando así con el caudal de histórica devoción mariana en nuestro país. Así pues, y teniendo presente que una de las Órdenes más importantes de la Iglesia que defendieron el Dogma fue la familia franciscana -entre cuyas ramas se encuentran los Capuchinos- me pareció un hermoso detalle que la reliquia del Beato Fraile Leopoldo, religioso de esta Orden, acompañe a María Santísima de la Trinidad Coronada. Considero que esto viene a fortalecer el histórico vinculo devocional existente entre nuestra Sagrada Titular y el Dogma de la Inmaculada Concepción.
Andrés E. García Infante.
Hermano de la cofradía
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