Homilía del obispo de la diócesis de Málaga, Jesús Catalá, pronunciada durante la Misa del Alba de la cofradía celebrada en la plaza del San Pablo. Ofrecemos íntegramente las palabras pronunciadas por el prelado en esta aurora del Sábado de Pasión de 2021:
1.- La plaza de la Trinidad vuelve a cobrar vida en esta mañana primaveral del sábado de pasión del año 2021. Nos volvemos a encontrar en esta cita anual ante la imagen del Cautivo. El año pasado tuvo lugar la celebración dentro del templo parroquial con las restricciones propias por motivo de la pandemia. Este año lo celebramos en la plaza respetando la normativa sanitaria.
El Señor Jesús nos invita a continuar nuestro proceso de crecimiento en la fe, la esperanza y el amor cristiano. Estamos siempre en camino; no somos perfectos y no hemos alcanzado la madurez ni como personas ni como hijos de Dios, porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 26) y el objetivo, como nos exhorta el Señor, es ser perfectos, «como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48).
Somos discípulos, que seguimos aprendiendo del Maestro; somos educandos que necesitamos ser instruidos en las cosas de Dios; somos material dúctil, que debemos dejarnos modelar al estilo y figura del Cautivo; somos barro en manos del divino artista alfarero.
Todas las cosas que distorsionan la imagen de Dios en nosotros deben ser purificadas; todo aquello que nos aparta de la verdadera vida divina, debe ser limpiado; todos los factores de muerte, que anidan en nuestra vida y nos desvían del seguimiento del Señor, deben ser removidos.
2.- Jesús Cautivo, el Señor de Málaga y Dueño de nuestros corazones, nos invita a permanecer en Él, a seguirle, a imitarle, a amarle, a configurarnos con Él. Permanecer no significa solamente estar, o venir a contemplar su imagen para rezar ante ella, sino mantener una relación vital, personal, existencial con Él; permanecer en Él es vivir en unión fecunda con Jesús, que es fuente de vida eterna, como le dijo a la samaritana (cf. Jn 4, 14).
Permanecer en Jesús no es una actitud pasiva o un simple abandono sin consecuencias en la vida cotidiana; más bien exige un compromiso.
El mismo Jesús invita a sus discípulos a permanecer en Él para dar fruto abundante: «Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 4-5).
¡Cuántas cosas queremos hacer sin Él! Por eso después no salen bien. Si no permanecemos en Jesús, seremos como los sarmientos secos que se tiran y se queman, sin dar fruto (cf. Jn 15, 4-7).
3.- Una manera efectiva de permanecer en Jesús es imitándolo en su humanidad. Él vivió como hombre, contemplando la realidad como buen samaritano, curando heridas, perdonando pecados, descubriendo el sufrimiento callado de los demás, conmoviéndose en sus entrañas ante las necesidades de las personas, denunciando injusticias, remediando la pobreza y el hambre, descubriendo la indiferencia ante las necesidades, atacando la corrupción, señalando los atropellos contra los más débiles, y reconociendo los valores del pueblo con el que caminaba. Jesús se hizo peregrino con la humanidad y se ha hecho peregrino con nosotros.
El papa Francisco nos anima a actuar “con los gestos y las palabras de Jesús, que expresan amor a los cercanos y búsqueda de los alejados; ternura y firmeza en la denuncia del pecado y el anuncio del Evangelio; alegría y generosidad en la entrega y el servicio, sobre todo a los más pequeños, rechazando con fuerza la tentación de dar todo por perdido, de acomodarnos o de volvernos solamente administradores de desgracias” (Papa Francisco, Discurso a los sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias. Coliseo La Macarena-Medellín, 9.09.2017, 1).
Estas actitudes y sentimientos de Jesús son modelo para nosotros, que vivimos en una sociedad donde existen también todos estos males; más o menos los mismos con los que se encontró Jesús. Estamos invitados a tocar la carne sufriente de Jesús Cautivo, acercándonos a los más llagados y necesitados de nuestra sociedad. El tiempo de pandemia nos ha ayudado a ser mejores samaritanos. ¡Sigamos manteniendo esa actitud con los hermanos más necesitados!
En esta celebración tenemos muy presente a los más afectados, a los enfermos y a los necesitados, a los más frágiles; y pedimos por todas las personas que se hacen samaritano y se acercan a ellos.
4.- Otra manera de permanecer en Jesús es contemplando su divinidad y acrecentando el conocimiento de Cristo a través de las Sagradas Escrituras. Como recuerda san Agustín, no se puede amar a quien no se conoce (cf. La Trinidad, Libro X, cap. I, 3). Amor y conocimiento van necesariamente unidos.
Hemos de privilegiar nuestro conocimiento de Jesucristo en el encuentro con la Sagrada Escritura, especialmente el Evangelio. Jesús Cautivo nos habla allí, nos revela su amor incondicional al Padre, nos contagia la alegría que brota de la obediencia a su voluntad y el servicio a los hermanos.
Al inicio de esta Cuaresma, en el “Viacrucis” en la Catedral, os invité a leer y meditar el evangelio de san Marcos completo. Espero que lo hayáis hecho; por mi parte puedo decir que lo he cumplido. Veo que algunos asienten expresando que lo han hecho; y quienes no lo hayáis realizado, tenéis esta semana para hacerlo.
Como dice san Jerónimo: “Quien no conoce las Escrituras, no conoce a Jesús. Quien no ama las Escrituras, no ama a Jesús (cf. Prólogo al comentario del profeta Isaías: PL 24,17). ¿Queréis conocer y amar a Jesús-Cautivo? Pues esta es una manera providencial, revelada y excelente de hacerlo.
5.- El Evangelio narra que las autoridades del pueblo de Israel buscaban la ocasión de prender a Jesús para condenarlo a muerte (cf. Jn 11, 53). La imagen del Cautivo es un hombre maniatado, condenado a muerte. Él murió no solo por su nación, como dijo proféticamente en su día el sumo sacerdote (cf. Jn 11, 49-50), sino por la humanidad entera, «para reunir a los hijos de Dios dispersos» (Jn 11, 52). Él ha entregado su vida por cada uno de nosotros. ¡Correspondamos a ese amor!
Nos ponemos en manos del Señor Jesús, el Cautivo, y de nuestra Madre, María Santísima de la Trinidad, para pedir por los enfermos, por quienes ofrecen su trabajo y su dedicación a los demás en este difícil tiempo de pandemia. Y para que Dios acoja a los difuntos en su Reino de inmortalidad. Amén.