En la tarde del jueves 19 de mayo, en la parroquia de San Pablo, la cofrade malagueña Paloma Saborido Sánchez presentó el cartel anunciador de las fiestas y cultos en honor a María Santísima de la Trinidad Coronada del año 2022, obra del artista contemporáneo José Luis Puche. Tras la intervención musical del quinteto de metales de la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestro Padre Jesús Cautivo que interpretó las obras Sarabande, Ave María y Maestro, el hermano de esta cofradía David López introducía el acto con un breve repaso por el currículum profesional y cofrade de la presentadora.
Paloma deleitó a los allí asistentes con un discurso lleno de muestras de cariño y devoción hacia nuestros titulares, en especial hacia María Santísima de la Trinidad, protagonista indiscutible de la tarde. Tras su presentación, el hermano mayor de la cofradía y el autor de la obra descubrieron la pintura que anuncia el Día de la Trinidad 2022.
A continuación, reproducimmos el texto íntegro de la presentación de Paloma Saborido:
Buenas noches, señor párroco de la Iglesia de San Pablo; muchas gracias por dejarnos esta noche reunirnos aquí, en el templo de Dios, y hogar de todos los cofrades.
Buenas noches, autoridades presentes y muchas gracias por asistir y compartir con nosotros el anuncio de nuestra particular festividad a la Virgen de la Trinidad.
Buenas noches, Hermano Mayor y Junta de Gobierno de esta mi muy querida Hermandad del Cautivo y la Trinidad.
Buenas noches, amigo Jose Luis Puche, pintor de la obra que hoy presentamos, y que nos servirá como anuncio de lo que está por llegar.
Buenas noches, queridos hermanos del Cautivo; amigos cofrades.
San Pablo. La Iglesia de San Pablo. Cómo impone pronunciar cualquier palabra en este recinto sagrado… Porque, ¿no os habéis preguntado alguna vez, amigos, ¿qué sería del barrio de la Trinidad sin San Pablo? ¿Y qué sería de este templo sin los trinitarios? Cuando nosotros los foráneos atravesamos el umbral de esta Iglesia, cuando atrás quedan las puertas y nos adentramos entre sus naves, nos acercamos a sus capillas, o nos arrodillamos ante la poderosa imagen de la Virgen de la Salud o el renovado Cristo del Santo Traslado, nos embriaga la virtud de lo sagrado, y aun sintiéndonos invitados, presentimos el orgullo del trinitario porque el corazón de su barrio entre estos muros palpita extraordinariamente acelerado. Porque la humildad de la fe de este pueblo sigue siendo el cimiento con el que se mantiene esta llama a lo largo del tiempo; porque sois vosotros, amigos cofrades, los que nos advertís que al entrar aquí, debemos pausar nuestra vida y apagar por un instante su estruendo; que seguro encontraremos consuelo para cualquier lamento; que abandonemos nuestra alma al silencio para estar dispuestos a recibir la caricia de un omnipotente beso; porque aquí nos aguarda el mismo Cristo que murió en el madero, que nos dejó en una imagen su reflejo; y lo sabremos cuando crucemos la mirada con el señor del Cautivo, y le recemos, y le imploremos y le gritemos una y mil veces que continuaremos proclamando ser día tras día sus nazarenos. Y al marchar, al abandonar San Pablo volveremos a adivinar que es éste el lugar donde hasta el mismo Dios se dejo cautivar, por su barrio de la Triniá.
Y disculpadme ahora. Debo confesaros que al hablar del Señor del Cautivo, es la devoción irracional la que me guía. Y se me olvidan casi las mínimas reglas de cortesía.
Gracias, querido Mario. Y es que estoy infinitamente agradecida por esta oportunidad que me regaláis para disfrutar junto a vosotros de lo que hoy aquí se inicia; y agradecida por las palabras que me ha dedicado el presentador, que no revela más que el cariño sincero que siempre he recibido de mis amigos del Cautivo. Aunque dejadme que os confiese algo. Yo comparto con vosotros la ilusión de lo que está por llegar, pero debo admitiros que esta noche me siento enormemente inquieta. Algún conocido aquí presente, con sorna me diría, “no te preocupes Paloma, que esta noche no hay campana a la vista que tocar”, pero lo cierto es que hay dos motivos que perturban mi tranquilidad.
El primero de ellos, sin duda, es a quien debo presentar. Y porque no me gustaría engañar a nadie, dejadme advertiros que entre nosotros hay una incipiente y extraordinaria relación de amistad. ¡Qué inmenso regalo divino es éste de la amistad! Dicen que la amistad se convierte en la luz que ilustra el camino cuando a veces se oscurece; que es motor que arranca cuando quedas varado en la orilla; que te marca de nuevo el rumbo en este laberinto sin salida, cuando aparece en cualquier esquina de la vida. Porque al derribar las barreras que cercan a la sinceridad, toma el amor más puro como bandera de nuestra voluntad. Hasta hacernos pronunciar las palabras del poeta:
“Amigo, llévate lo que tu quieras
Penetra tu mirada en los rincones,
Y si así lo deseas, yo te doy mi alma entera”
Así es, debo acometer sin dilación la tarea encomendada, hablar de un amigo. ¡Y es que resulta un inmenso placer poder presentar el arte de mi amigo Jose Luis Puche!
Parece que resulta ineludible comenzar una presentación de estas características con aquello de que no resulta necesaria presentación alguna. Pero es que hoy yo os preguntaría, ¿quién no sabe del artista? ¿Quién no ha admirado una obra suya intuyendo que en ella estaba impresa su firma? Porque Puche ha conseguido crear un estilo propio inconfundible, certero y casi perfecto. Y digo casi, porque la contínua búsqueda de la perfección es lo que ha conducido a nuestro pintor a investigar y experimentar, y cuando ya ha alcanzado sus objetivos, los vuelve a sustituir por otros distintos.
Quizá esta inquietud natural es lo que le ha llevado a convertirse de una promesa nacional en una verdadera realidad internacional en el arte contemporáneo. Y es que nuestro pintor, que comenzó en 2005 con su primera exposición individual, solo tarda tres años en expandir su trabajo artístico en el marco internacional. El dibujo, siempre el dibujo. Toma el papel y el lápiz como aliados inseparables de un estilo que ha ido transformando a la par que su madurez personal y artística. Su obra, a veces salvaje, a veces apacible, pero siempre desinhibida, sin más límite que su propia imaginación en la concepción de la realidad, le presenta como uno de los artistas conceptuales con mayor proyección del siglo XXI.
Pero dejadme que os diga qué es lo que más me sorprende de Puche. Porque cuando alcanza la perfecta visión de aquello que nos muestra en sus obras, él las transforma, las enreda y les da vida. Porque en un momento de su trayectoria, decide emplear en su obra el agua. Y como si existiera un pacto fiel entre ellos para crear entre ambos un estilo propio, mientras Puche le otorga al agua un protagonismo extremo en sus dibujos, ésta, el agua le regala la formación de diferentes capas que ofrecen una original, renovadora y distinta visión de la obra inicial. Es lo que nuestro artista define como “la destrucción de la construcción”. Su obra culminada en la alineación de sucesivas capas, como si Puche con ello quisiera recordarnos en cada una de sus pinturas las etapas de nuestra propia vida. ¡Qué forma más esplendida de inmortalizar al mismo tiempo la materia y la vida!
Y es que nuestro pintor tiene una extensa trayectoria expositiva. Y así lo demuestran entre otras, sus exposiciones en lugares como el Centre Pompidou, el CAC, la Opera de Sydney; en ferias como las de Paris, Nueva York o Suiza; o en ciudades como Madrid, Palma de Mallorca, Miami, Valencia, Estambul o Bruselas. En un futuro cercano le esperan Portland y Corea del Sur. Numerosas instituciones ya poseen en propiedad obras de nuestro artista, y coleccionistas privados de todo el mundo se han convertido en fieles devotos de su obra. Uno de ellos es nuestro querido e internacional Antonio Banderas, que, tras los cuadros de su colección privada, le encargó un proyecto en solitario para el magnifico Teatro del Soho de Málaga, un mural excepcional de más de seis metros, inaugurado a finales de 2019. Pero sin duda, fue el 2020 el año en que irrumpió de lleno en el ámbito cofrade. Porque, aunque un año antes había realizado un innovador cartel para la Hermandad de Estudiantes, ¡quién no se ha asombrado con su extraordinario cartel de la Semana Santa de Málaga de 2020! Una obra que no dejó indiferente a nadie, que marcó un camino de renovación en el concepto del cartel oficial. Una obra valiente, arriesgada y vigente en el tiempo en el que se enmarca, que a través del empleo del palimpsesto como recurso pictórico para enmarcar la figura de un nazareno oculto en el manto de la Virgen de los Dolores, y rodeado de múltiples escenas superpuestas, consigue presentar a nuestra Semana Santa como tradición viva y permanente en el arte de este siglo XXI. Posteriormente, la rompedora, colorista e inteligente intervención de la peana del Señor del Cautivo en la Exposición de la Catedral de Málaga con motivo del Centenario, y el cartel de su salida procesional en la Semana Santa ya pasada, creó unos lazos de unión ya permanentes con esta Hermandad.
Imposible enumerar la totalidad de su curriculum. Mucho más impresionante resulta, si advertimos que tiene tan solo 46 años.
Sin embargo, ahora, dejadme que os presente a Jose Luis. Aquel joven nacido en Málaga, ya despuntaba en la pintura aún antes de ingresar en la UMA para licenciarse en Historia del Arte, y pasar después un año en Roma preparando el doctorado, algo que le marcará a lo largo de los años venideros. Mientras iba adentrándose en las diferentes técnicas a utilizar, descubrió la música, que ocupó un lugar relevante, y que aún permanece, ya quizá para siempre. Esto le dió la oportunidad de vivir intensamente como cofrade, al ingresar como percusionista en las Bandas de música de la Expiración y mas tarde en la de Gibraljaire. Aun conserva un tambor en su estudio, que a veces toca recordando los redobles tras los tronos en aquellos días de procesiones. Nazareno de los Dolores de San Juan, Santo Traslado y Gitanos; hombre de trono de Exaltación, Salutación, la Reina de los Cielos en su estreno, y su Virgen de los Dolores y el Cristo de la Expiración. ¡Cómo quieres Mar que Jose Luis no acuda a la llamada del mundo cofrade cuando se le reclama, si no hay día que se le haya resistido! Porque Mar no es cofrade. Nadie es perfecto. Aunque mi amiga casi lo es. Disculpadme si me he adelantado en hablar de ella sin presentarla siquiera. Porque un día, Jose Luis conoce a una mujer que le cambiará por siempre la vida. Tras una época de malabarismos para sobrevivir, de horarios infames para compaginar trabajo de subsistencia con pasión artística, en plena época de crisis financiera ambos deciden que es el momento de volcarse en la vocación de forma exclusiva y excluyente, “que sea el arte lo que les salve”. Y así fue, porque mientras sellaban el más apasionante proyecto de sus vidas al contraer matrimonio, los dos juntos fueron diseñando a la par una carrera artística combinada con una buena dosis de profesionalidad, experiencia, gestión, ilusión y sobre todo, una excelente inteligencia y creatividad artística.
El tándem perfecto. Un nexo que espero como amiga de ambos, perdure por muchos años más. Tal y como os reconocí, desde aquel mes de febrero en Fitur, he tenido la oportunidad de conocer al artista y a la persona. Sumamente comprometido, ambos, Jose Luis y Mar, jamás dicen no a las causas sociales, sea cuales fueren; nuestro pintor ha puesto su arte de forma completamente desinteresada al servicio del mundo cofrade. Es humilde, jovial, sincero, inquieto, divertido y asombrosamente cercano. Toma como pilares en el que sustentar plenamente su vida a su pareja, y a su familia, y es aliado fiel en la amistad. Con sencillez, nunca rechaza ser centro de los focos porque estos no son capaces de desviarle de su objetivo, la búsqueda permanente del mensaje a través de su pintura que alcance a las almas, de la sugerente provocación que jamás deja indiferente al espectador ante de su obra.
Creedme cuando os digo que estamos ante el artista que mejor puede definir con el arte lo que hoy aquí celebramos; la persona que conseguirá plasmar la imagen de nuestra Madre como refugio de las oraciones de todos los malagueños en su celebración. Ahora sí; abramos los ojos, agudicemos los sentidos. Este es el cartel que pregonará la festividad de nuestra Virgen de la Trinidad.
Estaréis conmigo en que Es Ella.
Y no hay lugar a la duda. Nos encontramos ante una impresionante y extraordinaria obra. Dejadme daros unas pinceladas y que ponga voz a la creación del propio artista, que a continuación seguro mucho mejor lo explicará. Acompañadme en la palabra e intentaré que saboreemos pausadamente cada detalle que nos regala.
En esta obra, el artista utiliza su original técnica propia: lápices de colores Faber Castell sobre el papel Sander Watherfool (que tan relevante es para la creación del artista), se conjugan para ofrecernos un excepcional resultado. El color parece rivalizar para crear una única composición en la que el centro es la figura de la Virgen de la Trinidad. Desde un principio, nuestra mirada se dirige en primer lugar y sin pensar hacia el perfil de la Virgen, de un realismo extremo y cuidadosamente enmarcado. Ella se nos presenta ataviada como si estuviéramos en los instantes previos a salir en procesión un Lunes Santo. La majestuosa corona, que va desfigurándose a medida que asciende, da paso al rostro de la Virgen. Los encajes quedan esmeradamente difuminados para dar protagonismo a la fisonomía, que aun siendo tratada como el resto de la obra por el agua, parece que ésta ha querido respetar su perfil manteniendo la fuerza y el vigor de su rostro, las lágrimas y el dolor que caracterizan a la imagen de la Trinidad. La toca de sobremanto y el manto de procesión quedan dibujados a través de los simulados bordados que se nos presentan con diferentes colores; y aunque es el ocre el predominante, los trazos de heterogéneas tonalidades de turquesa, rojo, naranja, verde, malva o amarillo potencian la vivacidad de la obra. Fijaos además como decora el manto con líneas de color blanco para dar un mayor volumen a la figura que le haga destacar por encima de cualquier otro elemento de fondo. Y qué importancia tiene, amigos, la disposición de la Virgen. Porque el autor nos la muestra de perfil, como si estuviera prendiendo con su mano un lateral de su manto. Como si se nos mostrara majestuosa y a la vez cercana, Reina y a la vez humana.
Fijémonos ahora en el fondo de la imagen; observad una serigrafía dibujada a lápiz rosa. Puede leerse en mayúscula “TRINIDAD”. Dispuesta en tres líneas descendentes, nuestro pintor ha querido reflejar la letra “A” entre el ropaje de su manto, como centro de su esbelta figura. Ahora prestar atención en la cuidada grafía de las letras de la parte inferior. En color blanco inmaculado, buscando resaltar por encima de la gama cromática empleada, podemos leer “Málaga 20-22” con un estilo clásico, mientras que sobre este anagrama aparece la palabra “junio”, en una tipografía muy fresca y renovadora, como si asomara para recordarnos el mes en que todo sucederá.
No ha querido dejar el pintor nada al azar, y por ello, algo destaca poderosamente la atención por encima del resto: el número tres. Esta cifra, como símbolo de la representación de la divina Trinidad, nos aparece en todo el cuadro. La disposición en tres líneas del nombre; la composición en triangulo de la imagen de la propia Virgen; las líneas en el interior de las letras “D”; o incluso el símbolo de la Santísima Trinidad, dibujado para coronar la primera letra “I”, nos recuerdan cuán trascendente es la advocación de nuestra Madre.
¡Qué excelente cartel tenemos ante nosotros! ¡Qué forma de cumplir con creces la función encomendada! Nos anuncia que a partir de hoy nos preparamos para comenzar la festividad de nuestra Madre, morada de la Trinidad; Ella, como nos recuerda el Papa Francisco, nos da sentido a nuestro camino en este mundo, orientándolo siempre hacia la meta que es el amor. Porque el misterio de la Trinidad, amigos, habla también de nosotros. El horizonte de comunión trinitario, del que sois vosotros fieles guardianes, nos envuelve a todos, nos reclama a todos, y nos alienta a todos a vivir en el amor y en la misericordia. Porque la primera Verdad de la Fe, que es la Trinidad, se refleja en Ella. Miradla, porque su presencia en el misterio nos lo dulcifica, nos lo acerca y nos lo revela.
Os decía al comienzo que dos motivos perturbaban mi tranquilidad. Dejadme brevemente revelaros el segundo para terminar. Allá por el año 91, Jesús Saborido salió elegido como Presidente de nuestra Agrupación. Algo reñida la elección (¡Qué extraño, no?), y tras la sesión, un hermano de esta cofradía le regaló esta foto de la Virgen ese mismo día. Tras ella, un texto: “En recuerdo del día de tu designación como presidente de la Agrupación, en el que la Hermandad del Cautivo invocó a Mª Stma de la Trinidad tu elección”. Tras ello, ya conocéis la historia y la entrega de su vida por Málaga y sus cofradías. Sin embargo, desde aquél 20 de junio del 91, nació un estrecho lazo de devoción y fidelidad entre mi padre y nuestra Señora de la Trinidad. Jamás lo abandonó. Y él quiso llevarla siempre consigo allá donde fuera. Incluso reñimos cuando en el Monasterio de Yuste para explicarle a un monje cómo engalanamos en el Sur a la Madre de Dios, la sacó y se la mostró. “¡Qué desfachatez, papá”, le dije, “como no sacas a nuestra Virgen del Amparo!”. Y entonces, tras sus rayban verdes, me miró y sonriendo, su trato me explicó: de uno la adhesión y de Ella, su protección. Y cuando se aproximaba el final de este camino, Ella lo cumplió, y mi padre en paz marchó.
Amigos, hoy soy yo la que debo agradeceros la oportunidad que me brindáis para rendirme a sus pies con mis palabras. Hoy es la historia de mi padre la que se relata, pero cuántas y cuántas ha acogido y socorrido hasta calmar el fondo de nuestra alma. Porque la festividad de la Trinidad nos recuerda en esta vida a veces asombrosa, a veces extraña, que es Ella la depositaria del amor absoluto; y solo Ella nos lo regala; sin medida, sin miedos, sin límite, y sin mancha. Y cuando en estos días estemos frente a frente cerquita de su cara, y no halla sitio para la nostalgia, y recemos a los sones de su marcha, y a sus pies nos encontremos sin poder dejar de mirarla, vibraremos cuando la voz del recuerdo se desgarre y no se escuche ni una sola palabra; y le suplicaremos entonces como el poeta, sin pensar en nuestro mañana:
“Venid, dulce Trinidad, venid
sobre las vallas de aflicción
Sobre las confidencias y los crisantemos.
Dulce Trinidad venid,
Con tu memoria frutal y tu noche de paz
Con el sol y sin incendios.”
Trinidad, venid
Con tu postal de mar,
Con tu trocito de cielo
Con tu vestido de paz
y con tu infinito amor sin misterio.”
Muchas gracias.
http://https://www.youtube.com/watch?v=rMjGVrFylYI&ab_channel=CautivoM%C3%A1laga