Reproducimos a continuación, como homenaje a Diego Gómez Cabrera, histórico locutor malagueño [QEPD] fallecido este miércoles, este artículo escrito por el primer teniente hermano mayor de la cofradía, Pepelu Ramos, y publicado en la revista cofrade ‘La Doble Curva’ en la Cuaresma del año 2015
Si de pequeño tus juguetes te los fabricas tú mismo y algo te empuja a ‘jugar’ a la radio, puede que tus pasos y tu voz te den como premio una profesión que te dará satisfacciones y sacrificios a partes iguales.
El ‘Maestro’, la ‘Voz de Málaga’, la ‘Garganta del Cancionero‘ son algunos de los apelativos que durante años han marcado el devenir de este niño nacido en Churriana hace unos “pocos de años” y que durante mas de cuatro décadas, ha contado la vida de nuestra tierra desde distintas sintonías.
Muchos son los que han crecido con Diego Gómez contando y viviendo una Málaga que no es la que ahora conocemos. Su afición de hacer de una caja de cartón una radio, o de unos botones de un abrigo un dial o un mando de volumen, seguramente hizo que aquel niño de las fotos, delgado y vivaracho, se tornara en un adolescente que buscaba en el teatro y la radio un camino para que el destino lo dotó especialmente.
Estamos en la ciudad que despertaba al turismo de biquinis y burros taxis, donde la radio ya no era de galena porque habían llegado los transistores, aquellos pequeños aparatos que eran, en muchas ocasiones, material de contrabando y que permitían al oyente una autonomía de escucha hasta ahora desconocida. Los programas de radio eran seguidos por el público que no tenía hasta entonces otro medio de distracción tan barato y directo y las voces, los locutores y locutoras se convertían en ‘héroes’ de las ondas, que pasaban a ser uno mas de la familia.
Se acababa la década de los 50 y los malagueños cambiaron el gris controlado del ‘parte’ informativo obligatorio por una radio que se abría a un pueblo que quería diversión. Y Diego a punto de ‘mili’ en Zaragoza, ya sabía lo que era estudiar arte dramático, declamación y lectura expresiva con su maestro Luis María Cabanillas o con el poeta Alfonso Canales. Los autos sacramentales en la Catedral, el teatro ARA de Ángeles Rubio Argüelles, las obras de Alfonso Sastre o el teatro radiofónico le dieron una patria de la que todavía se siente hijo predilecto.
Primero en Radio Nacional de España de la mano del siempre presente Antonio Carmona en la época dorada con Matías Prats padre como compañero hasta los primeros estudios de Radio Juventud en calle Alarcón Luján, la voz siempre justa en entonación y ritmo de Diego Gómez creciendo en popularidad entre el público malagueño hasta llegar a la Alameda de Colón. Los nombres se van acumulando en el relato relajado de un desayuno entre amigos. José Tuderini y Juan Fernández Lozano “los directores”, Manolo Linares “el compañero” y Loli Astola “la primera pareja delante del micro”.
Pero ¿y la Semana Santa? ¿Cuál fue tu primera experiencia? “Fue en 1960. En el equipo estaban Julián Sesmero, Mari Tere Campos, Manolo Portales y Domingo Mérida. Lo hacíamos desde puesto fijos en la clínica Martí Torres o desde la Catedral y también desde Publicidad Alas ese sitio que ahora llamáis ‘La Doble Curva’. Ya ves, no todo es tan moderno ni tan antiguo. Ahora es todo mas dinámico, porque lo medios técnicos son otra cosa pero aquellos jóvenes que fuimos no distan tanto en empeño y ganas de los que ahora radiáis las procesiones”.
En su voz hay una nostalgia orgullosa que grita “qué bien lo pasamos, qué bien lo hicimos” y el ‘Maestro’ cuenta y yo, como un becario anoto entre identificado en el amor por la radio y emocionado por conocer pasadas retransmisiones de Semana Santa.
“Hacíamos programas en la Cuaresma, como ahora, y por los micrófonos pasaban desde los hermanos mayores hasta los presidentes de la Agrupación, los alcaldes y gobernadores civiles y militares. Era una relación muy cercana y de ahí surgió la idea de declamar el soneto del Nazareno en la plaza de la Constitución o aquello de ‘El hombre la túnica blanca’, del Cautivo. Aquello se perdió (…) La verdad es que todavía son muchos lo que me preguntan por esos momentos con el que han crecido muchos de los cofrades de hoy pero los tiempos cambian y hay que aceptarlo. Aunque nunca cobré por ello, ¡qué conste! La declamación no es fácil y no todo el mundo lo hace bien. Hay que estudiar y cada poema tiene su métrica, su ritmo, su técnica”.
¿Nunca se te propuso dar el pregón de Semana Santa? “Bueno alguna vez. Algún amigo me dijo ‘te van a llamar’, pero esa llamada nunca se produjo. Me hubiera gustado, claro, pero no importa. He dado muchos pregones desde mi experiencia y nadie se ha quejado. He tenido muy buenos amigos en las cofradías, desde Sebastián Peláez que me hizo hermano de la Misericordia hace muchos años y todavía sigo al día en las cuotas, hasta Pepe García Ojeda de la Humillación, con el que he mantenido una relación estrecha que hizo que fuese el autor del trofeo de ‘Cancionero’, programa de copla que yo presentaba y dirigía y que se mantuvo en antena mas de 40 años, ¡casi na!”
Siguen cayendo los nombres en una cascada de recuerdos, donde desde doña Juana Reina hasta Pepe Atencia tienen cabida y protagonismo. Han sido cientos de entrevista con el gran Miguel de los Reyes, con Eugenio Chicano, con la teatral y zamarrilera Marifé de Triana y hasta con una joven Pantoja que en 1974 tuvo la oportunidad de venir a Málaga y que todavía tiene su trofeo en el trastero del Maestro Gómez, “se la veía venir”. Me parece que la ‘banda sonora’ de su vida es historia de nuestra radio local, de nuestra Semana Santa.
En pleno siglo XXI donde la poesía se ha convertido en un acto íntimo y personal, donde la declamación se ve como un acto ‘demodé’, donde decir “rapsoda” provoca que te miren de soslayo. En estos tiempos de medios de comunicación donde las voces ha perdido importancia frente a la inmediatez del usar y tirar y el vacuo relleno de horas, Diego Gómez Cabrera sigue siendo un joven y dinámico conversador con muchas historia vividas que contar, con la sabiduría que da el trabajo de calle y con el tesoro de una voz personal que ha servido para que el pueblo ‘vea’ por la radio la mayor de nuestras tradiciones.
¡Qué buen pregón nos podemos perder!